Sleuth (1972, La Huella en España) es un largometraje inteligente. Por cierto, sleuth significa detective. Se trata de la última película filmada por Joseph L. Mankiewicz, el aclamado director de películas como Eva al desnudo (1950), Julio César (1953) y El día de los tramposos (1970), que son cintas imprescindibles para el estudio de cualquier cinéfilo que se precie. En el caso de este filme que trato hoy, trabaja con un magnífico guión adaptado por el propio autor Anthony Shaffer directamente de una obra teatral suya del mismo título, que estaba recibiendo buena aceptación por parte del público y la crítica de la escena teatral del momento.
Esta cinta es en sí un juego muy interesante y muy bien
elaborado. Es una historia de intriga y misterio desarrollados magistralmente
de una forma teatral, en el mejor sentido de la palabra. La historia juega con
nosotros desde el principio, en los títulos de créditos, pero esto lo explicaré
al final, en la zona de spoilers (en la que cuento momentos cruciales de
este relato filmado).
Nos encontramos ante dos grandes actores británicos: Laurence
Olivier y Michael Caine.
Ambos representan a distintas clases sociales, el personaje de Olivier (Andrew Wyke) es un
aristócrata, escritor de novelas detectivescas; Caine (Milo Tindle) da vida a un hombre que
proviene de una familia humilde y trabajadora que emigró a Inglaterra buscando
un futuro mejor, ahora regenta una cadena de peluquerías para señoras; casualmente, es el amante de la esposa del personaje de Laurence Olivier. Juntos
iniciarán un juego apasionante del gato y el ratón, pero ¿quién es el felino y
quién el pequeño roedor? Los papeles pueden invertirse a placer en esta
inteligentísima historia. Nos resulta apasionante seguir los diálogos y los
giros de tuerca inesperados. Nos dejamos engañar porque los juegos que nos
presenta son ágiles, dinámicos y muy inteligentes. Incluso cuando creemos
adivinar el final de una situación, el guión vuelve a burlarse de nosotros de
una forma asombrosa, disfrutamos de ese engaño, los actores están
inmensurables, perfectos.
Desde el comienzo, la música juega un papel importante,
es la composición de John Addison, le recordamos por haber creado la
sintonía con la que comenzaba cada episodio de la serie Se ha escrito un
crimen, muy popular en los años 80. Su música en La huella me
resulta magistral, un acompañamiento que nos parece narrar a su manera lo que
está ocurriendo, con sus cambios de ritmo y las emociones que transmite.
Fantástico.
Cuenta el mismo Michael Caine que él veía un partido de
tenis en la televisión, entre toma y toma; en una ocasión, estaba viendo un partido
de Wimbledon y apareció Sir Laurence Olivier, le preguntó si no trabajaba el
guión, “¿Ves la televisión? Yo trabajo entre toma y toma. ¿No trabajas el guión?”
“Sí, pero ya trabajé”, le contestó tímidamente Caine, “ahora estoy viendo la
televisión, Wimbledon”. “¿Puedo sentarme contigo?”, preguntó Olivier. “Claro”,
respondió Caine. Se sentó a su lado y vieron juntos el partido. Más tarde, al
terminar el rodaje, Olivier le dijo a Caine el que para él es el mejor cumplido
de su vida: “Al principio, creí que tenía un asistente en ti, ahora sé que eres
un compañero completo” (en el sentido de que Caine es un profesional, un actor
estupendo).
A continuación, entraré en la zona de spoilers. Este
largometraje comienza con unos títulos de crédito que nos engañan. Nombran a
actores inexistentes, dice presentar a un nuevo actor que va a interpretar al
inspector Doppler. Magnífico engaño.
El juego con los muñecos articulados, la puesta en escena,
el maravilloso escenario en el que se desarrolla todo, el trepidante ritmo con
el que se mueven personajes y situaciones, todo eso nos hace olvidar que esto les
está ocurriendo solamente a dos personas en el mismo escenario, la mansión de
un aristócrata aficionado a los juegos de inteligencia.
Esta película es una obra de arte que no debes perderte. Si
la ves y no te gusta, deja pasar unos años, quizá necesites madurar o adquirir
algo de cultura cinematográfica o teatral. Si pasados unos años la vuelves a
ver y descubres que sigue sin gustarte, lo único que puedo decirte entonces es
que no se hizo la miel para la boca del asno.
Que tengan un buen día. Gracias.
Vídeo en el que leo esta reseña dedicada a la película La Huella (1972)
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