martes, 7 de junio de 2011

Pinocho de Carlo Collodi

Una de las primeras portadas de Las aventuras de Pinocho


Hoy vamos a abrir un libro juntos.
En otro tiempo, tuve la suerte de poder leer algunos libros complejos y densos como La Divina Comedia, escrita por el genial Dante a principios del siglo XIV; El Decameron, placenteros relatos escritos por Boccaccio allá por el 1351; El paraíso perdido, epopeya bíblica escrita por John Milton y publicada en 1667... Estos libros, y otros muchos  que leí, no me hicieron más inteligente ni más respetable, pero me procuraron algo de cultura literaria. Y eso me anima hoy a cambiar impresiones sobre algunas obras de literatura que consiguieron emocionarme. Probemos suerte, pues.
Sorprendentemente, uno encuentra en los estantes más insólitos historias que le conmueven, como me ocurrió al tomar Las aventuras de Pinocho de un anaquel que sostenía obras infantiles de la literatura universal. Diré que debemos olvidarnos por completo del largometraje Pinocho (1940) producido por Walt Disney, aquella era una imagen desvirtuada y desfigurada, de forma casi total, del original Pinocho escrito por Carlo Collodi. Ojeemos, para nuestro disfrute, la obra titulada Las aventuras de Pinocho, para ello he copiado algunos extractos del relato de Carlo Collodi, acabado en 1883:

"-Y si no te gusta ir a la escuela, ¿por qué al menos no aprendes un oficio, siquiera para ganar honradamente un pedazo de pan?
-¿Quieres que te lo diga? -replicó Pinocho, que comenzaba a perder la paciencia-. Entre todos los oficios del mundo sólo uno me gusta de veras.
-Y, ¿qué oficio es ese?
-Pues el de comer, beber, dormir, divertirme y llenar la vida de vagabundo desde la mañana hasta la noche.
-Te advierto -dijo el grilloparlante con su acostumbrada calma- que todos aquellos que tienen ese oficio acaban casi siempre en el hospital o en la cárcel.
-¡Cuidado, grillacho de mal agüero!... Si me enfado, ¡ay de ti!
-¡Pobre Pinocho! ¡Me das pena!
-¿Por qué te doy pena?
-Porque eres un muñeco y, lo que es peor, tienes la cabeza de madera.
Al oír estas últimas palabras, Pinocho pegó un brinco, lleno de rabia, y, tomando de encima del banco una maza, la lanzó contra el grilloparlante.
Tal vez no pensó que le iba a dar, pero desgraciadamente le pegó en la cabeza, de manera que el pobre grillo apenas tuvo aliento para hacer: ¡Cri-cri-cri!, quedando allí mismo seco y pegado a la pared".

***
"Viendo que llamar a la puerta no conducía a nada, Pinocho comenzó por desesperación a dar patadas y cabezazos a la puerta. Entonces se asomó a la ventana una hermosa niña de cabello azul y cara blanca como una figura de cera, los ojos cerrados y las manos cruzadas sobre el pecho, la cual, sin mover los labios, dijo con vocecita que parecía venida del otro mundo:
-En esta casa no vive nadie. Han muerto todos.
-¡Ábreme tú! -exclamó Pinocho, llorando y suplicando.
-También yo estoy muerta.
-¿Muerta? Y entonces, ¿qué haces ahí en la ventana?
-Espero el féretro que me llevará".

***
"Y sacando  dos cuchillos muy largos, afilados como navajas de afeitar, ¡zas!..., le propinaron a Pinocho dos cuchilladas entre los riñones. Por fortuna, el muñeco estaba hecho de madera muy dura, y por tal motivo, las hojas, quebrándose, saltaron en mil pedazos y los asesinos se quedaron con el mango de los cuchillos en las manos, mirándose asombrados.
-¡Ah!, ¡Ya! -dijo uno de ellos-, ¡hay que ahorcarlo! Ahorquémoslo!
-Ahorquémoslo -repitió el otro.
Dicho y hecho. Ataron las manos de Pinocho a la espalda y, pasándole un lazo corredizo al cuello, lo colgaron de la rama de un árbol muy alto, llamado la Encina Grande. Después se sentaron en la hierba, esperando que el muñeco estirara la pata; pero el muñeco, al cabo de tres horas, permanecía con los ojos abiertos, la boca cerrada y pataleando más que antes".

***
"Al llegar al camino, volvió la vista para contemplar la llanura y divisó el bosque en que por desgracia había encontrado a la Zorra y al Gato; vio entre los árboles cómo sobresalía la copa de aquella Encina Grande, en la que le habían colgado por el pescuezo; por más que miró, no pudo ver la casita de la hermosa niña de cabello azul. Tuvo entonces una especie de triste presentimiento y, echando a correr con todas las fuerzas que le quedaban en las piernas, en pocos minutos llegó a la pradera donde antes se levantaba la Casita Blanca. Pero la Casita Blanca ya no estaba. En su lugar había una lápida de mármol, en la que se leían, en letras mayúsculas, estas dolorosas palabras: Aquí yace la niña de cabello azul, muerta de dolor por haberla abandonado su hermano Pinocho. ¡Os dejo imaginar cómo quedó el muñeco cuando, mal o bien, descifró aquellas palabras! Se tiró de bruces al suelo y, cubriendo con mil besos aquel mármol funerario, se echó a llorar. Lloró toda la noche y, a la mañana siguiente, al amanecer, seguía llorando, aunque no le quedaban lágrimas en los ojos; y sus gritos y lamentos eran tan fuertes y desgarradores, que todas las colinas de alrededor repetían el eco..."


Pinocho fue primeramente publicado por entregas por el periódico de Roma Giornale per i bambini. Su autor era un jugador empedernido, él mismo era como Pinocho, perezoso y travieso. Un amigo suyo decía de él que "tenía una sonrisa juguetona, siempre a flor de labios, con un cierto deje de malicia benévola que serenaba los ánimos". Era amigo de los muchachos del arroyo, de los chicos de la calle; era un niño grande.
Para Pinocho es sencillo fugarse de su casa, sin embargo, el regreso le resulta casi imposible. Pinocho busca una redención después de desobedecer, mentir y caer en todas las tentaciones, en su mundo existe el pecado y el castigo, pero, más que de moralidad y valores religiosos, hablamos de tomar decisiones, de las que Pinocho es el único dueño. Pinocho es ingenuo y travieso, pero tiene una meta, que es reunirse otra vez con su padre, el carpintero que le creó. Escuchemos la voz de Pinocho para entenderle un poco mejor:

"Verdaderamente, los niños somos muy desgraciados. Todos nos chillan, todos nos reprenden, todos nos dan consejos. Si los dejáramos, a todos se les metería en la cabeza ser nuestros padres y maestros; a todos, incluso a los grillos-parlantes..."

Unos guardias detienen a Pinocho creyéndole culpable del golpe recibido por el niño Eugenio.

Los niños persiguen a Pinocho para arrojarle sus libros, agarran un tratado de aritmética y se lo tiran encima, con la mala suerte que impacta en la cabeza del niño Eugenio, dejando al pobre inconsciente en el suelo. Dos guardias interrogan a Pinocho.

Este cuadro, lleno de madera que tan sólo cimbrea el viento, es de una desolación enorme.
Pinocho muere ahorcado por unos asesinos. Pero su autor tuvo que hacer que el Hada lo reviviera, puesto que fueron muchas las cartas que recibió el periódico quejándose por la pérdida de Pinocho.

A Pinocho, como a cualquier niño, no le gustan las medicinas
Pinocho no quiere tomarse un vaso con medicina que le ofrece el Hada, entonces aparecen unos conejos negros como el carbón cargando su ataúd. Esto le causa un miedo atroz y decide beberse el vaso de un trago.
 
Mi intención no es otra que incitar a la lectura de este clásico que revolucionara la literatura infantil de su tiempo; aunque hoy nos sorprenda su original pedagogía, la anterior era en gran manera peor, abstracta y aburrida. Este es un relato que guarda una historia conmovedora, llena de peripecias, con muchos simbolismos que llegan a sobrecogernos. Pinocho mata a su conciencia, ¿no nos estremecemos al saberlo?

Aún hoy en día la figura de Pinocho continúa en nuestras conciencias. Podemos encontrar al muñeco incluso en películas recientes, como ocurre con El rey pescador (1991) o con A.I. Inteligencia Artificial (2001). He podido leer un interesante post sobre El rey pescador (1991) en Aula de Filosofía: http://auladefilosofia.net/2011/05/30/gilliam-the-fisher-king-el-rey-pescador-1991/

Si has leído Las aventuras de Pinocho, no dudes en dejar tus opiniones en el apartado de comentarios. Gracias.

Puedes escuchar este artículo en el siguiente vídeo:




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