Expiraban los últimos años del siglo XIII y nacía Juan Ruiz, que luego pasara a la historia con el sobrenombre de el Arcipreste de Hita. Era un hombre estudioso, de grandes conocimientos sobre derecho civil y canónico, además conocía bien la Sagrada Escritura. Gil de Albornoz, arzobispo de Toledo por aquel entonces, le dio el cargo de fiscalizador de la vida de los clérigos de Talavera, pero al poco tiempo le mandó a la cárcel de San Francisco, en Guadalajara, que era una especie de convento, pues había publicado una ocurrente sátira que aireaba las lacras morales que caracterizaban a los llamados ministros del Señor. Bien le vino a la literatura aquel cautiverio, pues, en lo que duró, el Arcipreste de Hita escribió el Libro de Buen Amor, que tiene una idea principal: divulgar para el escarnio las licenciosas costumbres, tan deleitosas, que aprovechaban los clérigos, que poca penitencia hacían, mas estaban todo el día en la búsqueda del placer.
El Arcipreste de Hita encontró su tumba en el mismo lugar que le sirvió de prisión, en aquel oscuro convento de Guadalajara. Su época fue muy dada al "relajamiento de costumbres", y su vida participó, dicen los estudiosos, de la parte picaresca y socarrona de su obra más que de la religiosa y austera.
Dejo un extracto de la obra, para que se lleven al paladar sus gustosos consejos:
Aquí fabla de la respuesta que don Amor dio al arçipreste
"El Amor con mesura diome respuesta luego:
«Arçipreste, sañudo non seyas, yo te ruego,
non digas mal de amor en verdat nin en juego,
que a las veses poca agua fase abajar grand fuego.
Por poco mal desir se pierde grand' amor,
de pequeña pelea nasçe muy grand' rencor,
por mala dicha pierde vasallo su señor,
la buena fabla siempre fas' de bueno mejor.
Escucha la mesura, pues dixiste baldón,
non debe amenazar el que atiende perdón,
do bien eres oído escucha mi raçón,
si mis dichos fases, non te dirá muger non.
Si tú fasta agora cosa non recabdeste
de dueñas et de otras que dises que ameste,
tórnate a tu culpa, pues por ti lo erreste,
porque a mí non veniste, nin oíste, nin prometiste.
Quesiste ser maestro ante que disçípulo ser,
et non sabes la manera como es deprender,
oye e leye mis castigos, e sábelos bien faser,
recabdarás la dueña, e sabrás otras tener.
Para todas mugeres tu amor non conviene,
non quieras amar dueñas, que a ti non aviene,
es un amor valdío, de grand locura viene,
siempre será mesquino quien amor vano tiene.
Si leyeres Ovidio el que fue mi criado,
en él fallarás fablas que le ove yo mostrado,
muchas buenas maneras para enamorado
Pánfilo et Nasón yo los ove castigado.
Si quisieres amar dueñas o otra qualquier muger,
muchas cosas habrás primero de aprender;
para que ella te quiera en su amor querer,
sabe primeramente la muger escoger.
Cata muger fermosa, donosa, et loçana,
que non sea mucho luenga, otrosí nin enana;
si podieres, non quieras amar muger villana
que de amor non sabe, es como bausana.
Busca muger de talla, de cabeça pequeña,
cabellos amarillos, non sean de alheña,
las çejas apartadas, luengas, altas en peña,
ancheta de caderas: ésta es talla de dueña.
Ojos grandes, fermosos, pintados, relusçientes,
et de luengas pestañas bien claras e reyentes,
las orejas pequeñas, delgadas, para ál mientes,
si ha el cuello alto, atal quieren las gentes.
La narís afilada, los dientes menudillos,
egoales, e bien blancos, un poco apretadillos,
las ensivas bermejas, los dientes agudillos,
los labros de la boca vermejos, angostillos.
La su boca pequeña así de buena guisa,
la su fas sea blanca, sin pelos, clara, e lisa,
puña de aver muger, que la veas de prisa
que la talla del cuerpo te dirá esto a guisa.
A la muger que enviares de ti sea parienta,
que bien leal te sea, non sea tu servienta,
non lo sepa la dueña porque la otra non mienta
non puede ser quien mal casa que non se arrepienta.
Puña en quanto puedas que la tu mensajera
sea bien rasonada, sotil e costumera
sepa mentir fermoso e siga la carrera,
ca más fierve la olla con la su cobertera
si parienta non tienes atal, toma viejas,
que andan las iglesias e saben las callejas,
grandes cuentas al cuello, saben muchas consejas,
con lágrimas de Moysén escantan las orejas.
Son grandes maestras aquestas paviotas,
andan por todo el mundo, por plaças e cotas,
a Dios alçan las cuentas, querellando sus coytas,
¡ay! ¡quánto mal saben estas viejas arlotas!"
Invito también a los lectores que hallen placer en la lectura del libro de Ovidio, El arte de amar, escrito a comienzos del primer siglo de nuestra era cristiana. El poeta romano nos aconseja sobre las mujeres y su cortejo.
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