Portada de la novela Tiempos difíciles (1854)
Las altas chimeneas sueltan un humo negro que llena la ciudad. Los trabajadores se desloman en el interior. Parecen hechos para eso nada más.
La sopa de tortuga sólo la toman los ricos. Un miedo que tiene un acomodado ciudadano de Coketown, en la novela Tiempos difíciles, escrita por Charles Dickens en 1854, es que los trabajadores de una negra fábrica que alimenta a Inglaterra aspiran, todos ellos se teme, a tomar sopa de tortuga en cuchara de oro. Pienso: lo que nos separa a los trabajadores de los ricos burgueses siempre ha de conservarse por el bien de los segundos. Nuestra gran crisis del siglo XXI nos aleja más de alimentarnos con carne de venado.
Charles Dickens es criticado por hacer en el conjunto de los personajes creados por él: buenos muy buenos y malos muy malos. Sin embargo, sus novelas han sido siempre muy populares, las desgracias de sus criaturas consuelan a miles desde hace casi dos siglos. Alivia saber que hay otros que lo pasan peor, parece decirnos el corazón. No obstante, el espíritu se ennoblece tras la lectura de sus obras; realizan un bien estimable. Además, su prosa es deliciosa, suave se desliza en nuestro interior recreando situaciones y lugares que nos hacen sentir nuevas experiencias.
Fotogramas de la serie Oliver Twist (1985) de la cadena de televisión BBC
Oliver Twist, personaje de la novela homónima de 1838, es un rebelde. El punto más interesante de su historia sucede cuando pide una ración más de comida en el orfanato, entonces recibe un castigo despiadado, unos cuantos palos en el trasero. Ser un inconforme se paga con dolor. La autoridad continúa en nuestro siglo XXI apaleando a los que piden algún cambio en el sistema.
A menudo, el escritor pone pensamientos en sus personajes que él mismo no comparte. Esto es porque de ese modo se asegura suscitar entre nosotros ideas confrontadas, que realicemos un acto de diferenciación. Leamos juntos este extracto de la obra Tiempos difíciles:
"- Tom, me asombra...
Alguien la oyó, y ese alguien era el señor Gradgrind, que surgió a la luz, y le dijo:
- Luisa, no hay que asombrarse nunca.
En esta frase estaba todo el resorte del arte mecánico, del secreto de educar la razón, sin rebajarse a cultivar los sentimientos y los afectos. No asombrarse nunca. Arreglar todas las cosas echando mano, según los casos, de la adición, la sustracción, la multiplicación y la división, y no asombrarse. Traedme -dice M'Choakumchild- a aquel niño que apenas empieza a andar, y respondo que jamás se asombrará. "
Y será entonces una piedra que cualquiera podrá manipular como desee, arrojar contra otros, un súbdito amoldable que pudiera hacer lo mismo de esclavo servil que de soldado suicida, un trozo de carne sin sentimientos.
Nota aclaratoria. No aspiro a comer tortuga ni venado, pobres animales, que por su escasez los codician para darse postín. Son sólo metáforas de aspiraciones. Como el oro, por darse poco, los codician. Con este artículo pretendo incitar a la lectura de las obras citadas, serán ellas las que produzcan un efecto beneficioso en nuestro espíritu.
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Tina Majorino (dedicado a la joven actriz. Su primera publicación fue en Lycos, en 2003).
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