miércoles, 4 de julio de 2012

Amaestramiento de espectadores por el cine moderno

El cine moderno amaestra al espectador lelo desde hace unos años para que no reflexione ni obtenga idea alguna tras el visionado de una película:

Primero. A evitar. En espectador no ha de ser libre. Si pudiera serlo, si pudiera pensar, saltaría del cine y se iría corriendo:



Segundo. A conseguir. Una vez que el espectador esté dentro del teatro, hay que poner una tapa a la libertad suya para discurrir ideas. Es sencillo: se le procura una sesión de cine de acción, de miles de balas perdidas y coches rápidos haciendo piruetas imposibles. Para que no tenga tiempo de razonar que aquello no tiene sentido, se le ofrecerá un montaje de cientos de planos y secuencias cortas multiplicados al infinito. En la pantalla, cualquier zopenco lucirá como un Bruce Lee desencadenado rompiendo huesos a doquier. La tapa estará bien cerrada durante años:



Tercero. Éxito. Pasados unos lustros, retiramos la tapa que no permitía saltar libremente al espectador, entonces no habrá peligro ni atisbo de pensamiento. El espectador, criado y cebado en el cine sin piedad, ha sido convertido en una piedra. Sólo salta a la altura marcada por la tapa, su impulso intelectual está atrofiado. La maniobra ha sido un éxito:



Es curioso, el método coincide con la forma de amaestrar pulgas en el circo para que salten una valla de juguete al día siguiente, pero nosotros no somos pulgas, gozamos del don del raciocinio, ¿o no?


No permitas que pongan límites a tu capacidad para tener ideas, sentir y soñar.

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