Fotograma de la película Proyecto X (2012)
La cinta Proyecto X contiene una gran fiesta entregada al
alcohol. Desdeña cualquier forma de placer alimenticio, ¿no hay valor en este
moderno director, Nima Nourizadeh? ¿Acaso perdería seguidores si pusiera a un
joven disfrutando de la comida? La moda marca y desprecia costumbres como las de El Satiricón, de Petronio; la comida está fuera.
Bien, en esta obra, esclava del alcohol, no se retrata el final de un
intoxicado etílico, un joven, es este caso, al borde de la destrucción. Sólo
vemos los efectos de locura transitoria que propicia una gran cantidad de
cerveza.
Fotograma de la película Proyecto X (2012)
Un fotograma que habla correctamente de este film es el de
arriba. Podemos ver como un hombre vomita en una taza de baño mientras otros
dos le orinan en su cara. El personaje dionisiaco suele sentir un absoluto
menosprecio por los demás, por su integridad o por su honra.
Pero hasta los cabezas huecas sufren de cierta organización;
arriba vemos al aprovechado organizador de la fiesta convenciendo al jovencito
que les avisará de la presencia de la policía. La seguridad que representa el
vigilante con su chaleco amarillo es la de estar ojo avizor de que puede llegar
la pasma. El actor que interpreta al vigilante, Brady Hender, es el único que se salva de la quema en cuanto a interpretación se refiere, su representación deja a los demás a la altura de aficionados sin talento alguno.
Fotograma de la película Proyecto X (2012)
Cuando las hormonas están alteradas es momento de ráfagas de
sexo rápido. Algunas secuencias con chicas con los pechos al aire significan un
estímulo instantáneo que se pierde bajo los efectos anestésicos del alcohol. Un
estímulo y un freno, mala combinación. Si eres un adolescente y crees que esto es la panacea, te equivocas y con los años ya te darás cuenta: el sexo y el alcohol no se llevan bien.
En definitiva, el espectador de cine se queda muy extrañado
de lo que ha presenciado. No es cine, es un conjunto de secuencias rodadas
cámara en hombro esquivando cualquier arte fílmico o apariencia de belleza, sólo es una entrega a lo dionisiaco, pero fallido, a un éxtasis frío
como un cubito de hielo en un whisky. Visionar este largometraje es una experiencia mareante por momentos: ¡realizador, deja la cámara quieta en un punto, ten piedad de mis tripas!
Fotograma de la película Proyecto X (2012)
Una advertencia para los que caen en el engaño de esta película:
el personaje que disfruta y organiza la fiesta no es el dueño de la casa, es un
aprovechado que convence a su “amigo” (que, en realidad, es tan sólo un servicial
y sumiso ser que busca algo de fama a través de la entrega total de lo que
costó mucho a sus padres, su casa) para que lleve a cabo en su propio hogar una fiesta gigante y
destructiva. El organizador es un parásito trepador, un cantamañanas capaz de
convencer a su madre de que no lo es. A este charlatán hay que marcarlo con la
M de miedo, es una terrible compañía. Su interés está todo puesto en su trasero, los demás le traen sin cuidado, su goce personal es su única meta. Curioso es que luzca en casi todo el metraje la insignia de la marca Lacoste en su chaleco, es un chico de bien, que llaman. Un mal tipo de la generación de la nevera llena.
Fotografía de Thomas Mann, casi un actor
Fotografía de Oliver Cooper, un insufrible cloroformo como actor
¿Por qué Proyecto X (2012) es tan
mala?
No lleva bien el tiempo cinematográfico, una fiesta significa cambio, movimiento, el ritmo tiene que ser rápido, como en el inicio de Indiana Jones y el templo maldito (1984), esto se consigue en el rodaje y en el montaje, no dándole una cámara a personas que no tienen ni idea del lenguaje cinematográfico para que graben lo primero que pillen a mano. Las pausas y los diálogos antes de la fiesta tienen que procurar y permitir que pensemos qué va a ocurrir, no puede dejarse en manos de lo aleatorio, la narración tiene que seguir una ley cinematográfica: Aventura = cambio, agilidad en las secuencias. Planteamiento = mirada contemplativa, lentitud. ¡Nunca es conveniente usar la cámara lenta para escenificar una fiesta! (sobre ésto, recordemos las escenas de baile de Fiebre de sábado noche, 1977). La propuesta es tan sólo: alcohol y destrucción, ¿no hay nada más en la vida de un adolescente? ¿Acaso ha superado ya el trauma psicológico que le supone enterrar al niño que lleva dentro? No, la respuesta no puede ser el alcohol y destrucción. La cinta ni siquiera es ingeniosa en cuanto a humor se refiere, Todo en un día (1986), una gran comedia juvenil, la supera con una gran diferencia en gags que producen risa. El actor protagonista de Project X, Oliver Cooper, es, como intérprete, un insufrible cloroformo, extremadamente plano en cualquier representación de sentimientos. Su compañero, Thomas Mann, está a medio camino de procurarnos el sueño, pero aventaja en mucho a Cooper; siendo este último, como es, tan malo, le auguro un gran futuro en el Hollywood de hoy en día. Quienes valoran positivamente a Proyecto X porque les recuerda esos trances que viven estando completamente ebrios aciertan en su examen: el filme no es más que una aventura de un adolescente borracho. El what the fuck! (¡qué coño!) de la película Risky Business (1983) está ya desgastado, en Proyecto X (2012) se repite incesablemente sin producir ningún efecto. Lo peor de la película es que no podemos verla una segunda vez, el aburrimiento es tremendo. El mensaje final de que los menos populares son aceptados y apreciados por los demás chicos del instituto es tan ingenuo que parece concebido por un parvulario; representar que pueda ocurrir esa recompensa tras organizar una fiesta y destrozar la casa donde vives es algo más que ridículo. La película, sin embargo, gusta a algunos que dicen que es buena para verla con sus amigos, tal es de sosa que si la ven solos se aburren como ostras. Pero bueno, sí, hay personas que la consideran en aprecio, toda opinión es respetable siempre que no lleve un insulto hacia nadie. Pero, aún así, no es cine, no lleva bien el lenguaje cinematográfico, podíamos decir que es un falso documental rodado con muy poco acierto.
He intentado no ser moralizante en mi crítica, como habrás podido comprobar no propongo buenas costumbres alternativas a las perniciosas que representa Proyecto X. Yo no acudiría nunca a una fiesta semejante, me aburre la compañía de los borrachos que no hablan de literatura ni de cine. La cuestión no es la fiesta, la cuestión es la forma en que se rueda, poner a un enano en un horno no deja de ser una locura más que se le ocurre a cualquiera en una pesadilla, no es original en lo más mínimo. Insisto: la película carece de secuencias que procuren la risa, un cómic de Mortadelo y Filemón tiene más planteamiento en una hoja que los 90 minutos de esta desastrosa comedia. ¡Sólo pido un gag humorístico! ¿Es eso tan difícil? Si Aterriza como puedas (1980) tenía un gag por minuto...
Extracto de la película Aterriza como puedas (1980). Una comedia con gracia
P.D. Largometrajes de muy variadas formas que sí representan
ejemplos de buen cine son: 400 golpes (1959), Doce hombres sin piedad
(1957), Bullit (1968), Naves misteriosas (1972), La guerra de
las galaxias (1977), El relevo (1979), Regreso al futuro (1985), Los vengadores (2012)… Por supuesto que sé que en el cine se muestran toda clase de
realidades y que una película es capaz de retratar algo que no nos gusta, pero
Proyecto X, como unidad narrativa que sigue una presentación, tal vez un nudo y,
con mucha suerte, un desenlace, es, sinceramente, una gran bazofia.
Llevo viendo cine más de 35 años, ésta es una de las peores cintas que he
visionado: el montaje, la fotografía, el guión..., nada es regular en ella. Y sí: un episodio de los "teleñecos" en Barrio Sésamo tiene mejor enfoque que esta cinta.
Extracto del programa Barrio Sésamo, con los muñecos del genial Jim Henson
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