domingo, 3 de marzo de 2013

Una cuestión de bocas, dos novias de América y una teoría

Los gustos cambian, todos lo sabemos, pero ¿por qué? ¿Qué representan ciertos gustos sexuales en cada época? ¿Nos atrevemos a realizar una teoría al respecto?

Mary Pickford (1892-1979) fue la primera "novia de América". Una estrella cinematográfica alegre, jovial y algo dulce y candorosa, toda una mezcla muy del gusto de la sociedad puritana que la encumbró a la fama alrededor de 1909: cuando tenía 17 años ya había participado en 51 películas (se rodaban varias a la vez y la cuenta podía quedar a una semana de rodaje por cinta, recordemos que la duración media de aquellos filmes era la de un cortometraje). Pero los que nos trae hoy a la rubia de dorados cabellos es su boca de labios finos, echemos un vistazo a esos rebordes carnosos, o no tanto:




80 años después de que Mary Pickford se hiciera con el corazón de los americanos (posiblemente era la actriz de cine mudo favorita de todos), aparece en escena Julia Roberts en Pretty Woman (1990). Hasta llegar a ese punto, los gustos del hombre habían variado, guiados, tal vez, por una sociedad que progresa dando tumbos desde lo puritano hasta lo alegre y sensual, pasando por lo elegante (años 30, Greta Garbo y Marlene Dietrich), lo exótico y sexual (años 40, Rita Hayworth), lo exuberante (años 50, Marilyn Monroe, Ava Gadner y Jane Russell), lo bello (años 60, Julie Christie y Jacqueline Bisset), lo erótico y sexual de nuevo (años 70 y 80, Jessica Lange y Kim Basinger), hasta lo actual: lo físico de mínimos atributos (Milla Jovovich y Kate Beckinsale). Pero en 1990 América y gran parte del mundo querían una gran boca sonriente. Labios sensuales y medianamente gruesos, sin exagerar:




Especulamos sobre el tema: ¿era una sonrisa grande lo que buscábamos después de los bulliciosos y productivos (económicamente) años 80? ¿Hay similitudes entre esos labios y otros más meridionales? ¿Buscamos en el cine la imagen de un-a novio-a ideales? Puede que cuando algo funciona en la realidad del cine creamos que también tiene que funcionar en la falsa realidad nuestra: si una prostituta simpática alegraba y redimía de alguna forma a un gran empresario en Pretty Woman (1990), tal vez eso fuera lo que todos necesitábamos. Que tenía unos labios sensuales del color del interior de las sandías: pues elijamos esas formas como las ideales. El cine marca los gustos, recordemos que si Clark Gable se quitaba la camisa (en la película Sucedió una noche, 1934) y no lucía debajo una camiseta, la venta de camisetas bajaba de manera considerable; si unos años después entraba en acción un Marlon Brando en plenas facultades físicas (en Un tranvía llamado deseo, 1951) y se quitaba la camisa mostrando una camiseta que le cubría el pecho, se disparaban entonces las ventas de camisetas. La imitación parece ser un elixir milagroso que nos transforma un poquito en nuestras estrellas favoritas. Elegimos a unos mortales de entre millones y les atribuimos gracias y dones de semidioses para luego intentar parecernos a ellos. Tal vez con el paso del tiempo nos aburrimos de ellos y los sustituimos por otros, más jóvenes y más prometedores, lo nuestro es vivir de ilusiones, pues. En estos años de principio del siglo XXI miro a las pantallas de cine y veo mujeres asexuales, andróginas, de mínimos atributos haciendo de protagonistas, ¿son las actrices espejo de los deseos de la mujer de hoy: parecer ultradelgada y ambigua?

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