Apuntes para una crítica de la novela La Feria de las Vanidades, de William Thackeray, publicada por primera vez entre los años 1847 y 1848, en un serial mensual de 19 volúmenes. Título original: Vanity Fair.
Vivimos dentro de una sociedad y cultura en las que la mentira está arraigada, es ya parte del día a día. Políticos que mienten, ciudadanos que mienten, todos pretenden un propósito, y para llegar a él pueden recurrir al engaño sin sentir siquiera que están haciendo algo malo. La mentira es parte de su naturaleza.
Hoy hablaré del personaje de ficción Becky Sharp, una persona manipuladora que desea subir en la sociedad, ella podría representar a ese ser sin ética, pero con encanto, que manipula con engaños a quienes puedan resultar beneficiosos para que él o ella logren sus fines.
En 1848, en su publicación como un único volumen, Thackeray colocó a esta historia el subtítulo de “Una novela sin héroe”. Realmente, Becky Sharp no es una heroína, ella tiene numerosos defectos en su comportamiento, pero son casi invisibles para los demás pues los camufla con su encanto, su preciosa voz y lo delicado de su discurso.
Existe un relato alegórico escrito en 1678 por John Bunyan, titulado El progreso del peregrino. En ese se hace referencia a “la feria de las vanidades” como a una parada en el camino del peregrino, una feria sin fin en una ciudad cuyo nombre es Vanidad, ahí se representa la atracción que sentimos por las cosas mundanas, algo que en ese tiempo podría ser considerado un pecado. En los días que vivió Thackeray (casi dos siglos después), los lectores todavía disfrutaban con esta historia como algo cercano.
En el libro “La Feria de las Vanidades” encontramos a dos personajes principales, muy diferenciados:
Becky Sharp, que en una traducción al castellano que tengo en casa es llamada Bequita Sharp. Pero, ¿por qué Becky? Pues porque se llama Rebecca. Ella es huérfana, posee los encantos que hacían atractiva a una señorita de su época: sabe tocar el piano, tiene una voz dulce, incluso canta bien, puede hablar en inglés y francés, es bonita, delgada, sus ojos son verdes, pero, carece de moral, es manipuladora, ambiciosa, puede ser una buena actriz en la vida real, no siente empatía por los demás, los maneja a su antojo, miente sutilmente, y usa su inteligencia para cumplir su deseo en la vida: trepar en la sociedad, conseguir una posición alta, es una perfecta antiheroína, flirtea con los hombres y los engaña a placer. También es una madre fría y desentendida con su hijo.
Amelia Sedley. Ella es una joven de familia adinerada, es tranquila, en ocasiones se muestra ingenua y parece dejar pasar las cosas con pasividad. No es especialmente bella, pero los hombres la encuentran dulce, sencilla y honesta. Físicamente, es descrita como de piel sonrosada, cara redonda, nariz respingona y cabello castaño. Amelia contrae matrimonio con George Osborne, y aquel no le dedica mucho tiempo, incluso continúa flirteando con Becky Sharp; él muere en la batalla de Waterloo, y Amelia tendrá que criar sola a su hijo. Amelia crea una imagen idealizada de su difunto marido y llega a obsesionarse con su hijo.
¿Por qué la extensión de esta novela? ¿Por qué se alarga tanto? Recordemos que a mediados del siglo XIX ya existía una clase ociosa, que podía pasar horas sin el deber de trabajar durante todo el día, así que algunos leían mucho, no existían la radio ni la televisión, de ese modo, las únicas formas de entretenerse con una historias podían ser leer novelas, asistir a teatros o escuchar a alguien que narrara algún relato.
¿Pero qué pretendía Thackeray con esta historia? La Feria de las Vanidades es una sátira de la sociedad de su época, una, en esencia, no muy diferente a la nuestra, en la que el ser humano se debate entre la estupidez y el egoísmo, recordemos que el autor defendió la oscuridad con la que presentaba el alma humana en su obra diciendo que “muchos son terriblemente tontos y egoístas”.
En distintos estudios sobre esta novela se ha descrito a sus personajes como seres con defectos, tienen debilidades, que pueden ir desde ser un holgazán, vanidoso, melancólico, codicioso, caer en el esnobismo, o, simplemente, ser un perfecto hipócrita, que hace algo, sintiendo todo lo contrario, de ahí que sea una novela sin héroe y que sus personajes sean realistas, sin contener idealizaciones discretas o absurdas. Thackeray, además, domina la obra, conoce la naturaleza de todos sus personajes y acciones, es un narrador omnisciente.
Además, podemos aprender historia leyendo esta obra, pues hechos históricos como la batalla de Waterloo (junio de 1815) sirven de fondo a los lances y desenlaces en las aventuras de Becky Sharp en la Inglaterra anterior a la época victoriana.
Lo más curioso de todo esto es que el personaje de Becky Sharp tomó algo de la abuela materna de Thackeray, con quien el autor había vivido durante un tiempo. En su juventud, esa mujer abandonó a su esposo y a sus hijos, fugándose con un capitán del ejército. Luego, tras las muertes de su amante y también la de su esposo, ella se casó con otro oficial del ejército.
Historia crítica salpicada con herencias, testamentos, bancarrotas, bailes de salón, casamientos, batallas, París, Londres, la India, deudas, manipulación, amoríos y un largo etcétera de desventuras y escenarios.
Para que se hagan una idea de lo manipuladora que puede ser Becky Sharp, no solamente llega a prestar favores sexuales para subir escalones en la sociedad, sino que, por ejemplo, dilapida los ahorros de una criada suya (cuando ella misma vive de préstamos, acuciada por las deudas), a Becky no la detiene nada ni nadie, ella no tiene moral ni ética.
El estilo de Thackeray está constituido por una buena estructura argumental, un humor ácido, el uso de la sátira (criticando burlescamente los vicios y las costumbres de los individuos y la sociedad que les tocó vivir), todo dentro de un realismo envolvente.
Existen muchas adaptaciones para la gran pantalla y la televisión de esta obra, solamente citaré tres: el largometraje de 1935 (titulado Becky Sharp), el de 2004 (La feria de las vanidades), y la serie para la televisión del mismo título, realizada por la cadena británica ITV en 2018.
¿Recomendaría yo esta novela? Por supuesto, sobre todo a los que disfruten leyendo novelas de época. Pero la idea que me gustaría dejar aquí es que debemos mostrarnos escépticos ante personas como Becky Sharp, tenemos que dudar y hacernos preguntas sobre lo que hacen o dicen, antes de creernos todo su repertorio de engaños y ser víctimas de su astucia.
Reseña en vídeo sobre la novela La feria de las vanidades (1847-1848)
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