Me gustaría comenzar haciendo la distinción, que pretende ser severa, de separar las películas con intenciones reales de crítica política y las que se limitan, como si fuera un juego, a soltar semirrealidades en forma de mentiras hollywoodienses, que son muy del gusto de los EEUU, o sea, aquellas que tratan un tema serio de forma que se convierte en simple entretenimiento, rebajando la importancia real del asunto, procurando que se extienda aquello de: "Lo vi en una película, no puedo tomármelo en serio".
Los americanos pueden declarar abiertamente que padecen de las peores conspiraciones posibles, desde el asesinato de algunos de sus presidentes más insignes –hablaré sobre el tema a través de películas de conspiración–: The conspirator (2011), dirigida por Robert Redford, que trata el asesinato de Abraham Lincoln, el hombre que liberó a los negros de los EEUU de su histórica esclavitud; JFK (1991), en ella podemos ver con detenimiento la teoría de la conspiración para matar al presidente que tenía demasiado interés en reducir la industria armamentística en los EEUU (además de llenar su piscina con chicas guapas, que eso no lo cuenta su director, Oliver Stone); hasta el derrumbe de todo un par de rascacielos, que justifica una larga guerra, World Trade Center (2006), un drama sobre lo heroicos que son los bomberos, que deja de lado todo tipo de teoría conspiratoria. O la eliminación de los considerados por el sistema como agitadores de masas, Malcolm X (1992), activista que exigía derechos civiles para los ciudadanos afroamericanos; y la pendiente sobre Martin Luther King, pues aún no se ha realizado una que sea digna de la figura de este pastor bautista que sufrió de la persecución implacable del FBI, que le clasifica como un mujeriego. Siguiendo este hilo de crímenes, los asesinos de embajadores también están bien cotizados en el séptimo arte: El hombre que sabía demasiado, en sus dos versiones, 1934 y 1956, dirigidas por Alfred Hitchcock. En Los 39 escalones (1935) tenemos a Hitchcock, espías, asesinatos, secretos militares (el macguffin, del que un día hablaremos). Pero hay conspiraciones que todos apoyamos abiertamente, como el intento de asesinato de Hitler, Valkiria (2008), un filme minusvalorado, con algunas escenas exquisitamente llevadas por Bryan Singer, su realizador, un virtuoso que no termina de despegar. La lucha de los dos grandes ejes del poder en época reciente (EEUU contra la desaparecida URSS) la vimos también en nuestras pantallas de cine, en El cuarto protocolo (1987), la KGB contra la OTAN; a través del truco del complot, nos sumerge en su trama de suspense. Hablando de Rusia, de sus pasadas conspiraciones, está la que padeció Iván el terrible (1944), la corte no era un lugar seguro; apuntemos este clásico del cine ruso por ser una obra maestra del arte cinematográfico. Las conspiraciones pueden nacer en la familia o en sus allegados, por ellas algo puede oler a podrido en todo un país, Hamlet (1990), meritoria adaptación del drama original de Shakespeare, escritor de obras de teatro, no lo olvidemos; en ésta, la muerte de un rey la puede causar el cortejador malicioso de una madre, que, en realidad, pretende todo un reino. Un thriller recomendabilísimo es Blow out (1980), aquí titulado Impacto, que dirigiera Brian de Palma; en él se cuenta cómo fingir accidentes de gobernadores molestos. Escalada al poder (1979), los 70 fueron buenos años para la crítica política a través del cine, aquí hablamos de ambición política. La conversación (1974) contiene una trama interesantísima, que, en el fondo, trata la soledad del ser humano. Chacal (1973), el asesinato del presidente de la república de Francia, Charles De Gaulle, por el mercenario inglés conocido como Chacal; la cinta es una obra maestra del genial Fred Zinneman. Donde hay dinero pueden crecer las conspiraciones, El dilema (1999), la industria tabacalera y sus entresijos en Norteamérica, la verdad y los problemas que trae sacarla a la luz. El candidato (1972), retrato del político; mirémosle a la cara: es todo fachada y demagogia. El mensajero del miedo (1962), una película que intentan esconder y que todos deberíamos visionar; es la madre de las creadores de cabezas de turco, como The Parallax View (1974), aquí conocida como El último testigo, para mí, la más interesante del género que tratamos; su director, Alan J. Pakula, se introduce en la fábrica de asesinos que eliminan políticos incómodos. Con la muerte en los talones (1952) nos dice que da igual el nombre que tenga la organización, todas pueden separarse en buenas o malas, es el modo de pensar americano, y, por extensión, el del mundo entero. Syriana (2005), un profundo retrato de los tejemanejes actuales sobre ese grande de nuestro siglo, al que le queda poco de reinado: el petróleo; hay que revisionarla, sí. Los tres días del cóndor (1975), de la que jamás me resisto a citar una frase de su inteligente diálogo: "¿Tenemos planes para invadir Oriente Medio?" Los tenemos, hemos de responder una y cien veces, habida cuenta de la realidad actual. Todos los hombres del presidente (1976), ¿alguien no sabe a estas alturas que Nixon fue uno de los presidentes malos que han gobernado en los EEUU? Memoria letal (1996), la que, gracias a Auladefilosofia.net, descubrimos que contiene frases bastante premonitorias, que relacionan el daño a las torres gemelas, centro del comercio estadounidense, con un interés político sobre los presupuestos de estado. El club de la lucha (1999), en la que se habla de un proyecto para derrumbar los edificios en los que se concentran las actividades comercial y bursátil que sostienen a los EEUU. La ciencia ficción a menudo encubre otras realidades, como el miedo a los comunistas que padecieron los americanos durante el macarthismo, véase La invasión de los ladrones de cuerpos (1956); de Marte, el planeta rojo, llegaban los comunistas. They Live (1988), aquí conocida como Están vivos, ¿recuerdan las asombrosas gafas de sol con las que podías ver el verdadero rostro de los alienígenas invasores? Su argumento: los extraterrestres nos hacen sus esclavos, nuestro único deseo es consumir; no se la pierda. También Hollywood juega con aquello de que se intentan ocultar fantasías incómodas sobre Ovnis, véase Hangar 18 (1980), para los amigos ufólogos, quizá os guste. El cine de todas las naciones habla también de conspiraciones: Z (1969), película franco-argelina, cine político de pura cepa, la izquierda y la derecha, sus extremos.
No puedo dejar de mencionar una película que si bien no es un thriller sobre conspiraciones sí es, por original y curiosa, una cinta que nos suscitará numerosas reflexiones sobre la naturaleza humana y la política: Bienvenido Mr. Chance (1979), también llamada Desde el jardín, con un genial Peter Sellers haciendo de hombre común, pero que tomamos por sabio, que aprendió lo que sabe por la televisión, nuestra enciclopedia moderna hasta que llegó Internet.
Como ejemplo de mal cine sobre conspiraciones encontramos títulos como Enemigo público (1998), o cómo tomarse tal que a nonadas a las conspiraciones; La trilogía Bourne (2002-2007), claro ejemplo de montaje moderno, donde se desprecia y aparta al plano secuencia para concentrase en una sucesión de 200 tomas en las que cualquiera puede pasar por Bruce Lee; Conspiración militar (2008), sin palabras, disgusta su realización; La conspiración del pánico (2008), por vida de..., no pierda su tiempo viendo ésta.
Largometrajes que convierten el thriller político en entretenimiento de masas son: Juego de patriotas (1987) y Peligro inminente (1994), basadas en bestsellers de Tom Clancy, nos presentan terroristas muy al estilo del típico malo de las películas, con psicología de todo a 100.
Por último, nombraré otros títulos a tener en cuenta que tratan algún tipo de conspiración: Bad day at Black Rock (1956), aquí Conspiración de silencio, de John Sturges; Winter Kills (1978), conocida como Muertes de invierno, de William Richert; Coma (1978), de Michael Crichton; El informe pelícano (1993), de Alan J. Pakula; Conspiración (1998), de Richard Donner...
Excelente artículo. Muchas gracias por las recomendaciones.
ResponderEliminarHola, anónimo-a. Muchas gracias por el comentario de apoyo. Sinceramente, lo agradezco.
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