Sí, yo iba al instituto de bachillerato teniendo como amigo a Ignatius. Esto, dicho así, es un orgullo, como decir: yo fui adolescente en los ochenta, no tanto como decir: Yo fui un hombre lobo adolescente (1957), película olvidada, o: Yo fui un cocainómano, novela de Donald Goffrey más difícil de encontrar aún. La suerte, como digo, estuvo de mi lado por una vez. Juan Ignacio (nosotros le llamábamos Nacho) era y es un buen tipo, de los que puedes confiar que nunca te clavarán una puñalada en la espalda.
Empezaban los noventa y mi amigo Ignacio me hablaba de marcharse a Madrid para estudiar cine. ¡Estudiar cine, él iba a ser director de cine! Adoraba a Fellini, me prestaba, lleno de pasión por su arte, cualquiera de las cintas de su colección privada de Federico (material de vídeo que había grabado de la televisión), sus rojos y sus sentimientos explayados... La extraña Casanova (1976) chocaba con mi gusto clásico, yo a los 17 tenía a Katharine Hepburn, Cary Grant y a Howard Hawks como ídolos. Ignacio escuchaba al grupo de pop Talking Heads y me dejaba casetes con sus éxitos, yo era más del funky de Duran Duran. Entonces comentábamos nuestros pareceres sobre la música y el cine. Una vez llamó al popular programa de radio de Carlos Pumares, Polvo de estrellas. El crítico de cine (ese irascible monstruo de la crítica) sacudió la inocente visión que tenía yo de aquello de estudiar cine. Ignacio le preguntó con voz tímida algo así como: “¿Qué opina usted sobre estudiar cinematografía en la facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid?” La respuesta del periodista fue contundente: "¡Eso no sirve para nada!" Ignacio grabó la conversación; cuando me la puso para escucharla juntos nos reímos con ganas. Pumares gritaba como un condenado, apenas se le entendían los improperios que extendía hacia aquella carrera que mi amigo miraba con tanto anhelo. Hoy me entra la tristeza, yo tenía que haberme ido con él a estudiar cine a Madrid. Allí se conoce gente. En esos pasillos tiene que estar parte del futuro del cine del país, en ese y en el de otras universidades del tipo. Ahí se encuentran, aunque cursen un par de años y se vayan luego desencantadas, atraídas por algo más palpable y creativo como es la realización de cortometrajes, personas que entrarán por uno o por otro lado en el mundo de la creación del séptimo arte.
Al marcharse, perdí contacto con Ignacio, una carta me llegó solitaria en la que me contaba que se había puesto a nevar en Madrid y él salió a cantar y bailar a la calle, los compañeros le decían: "Es la primera vez que el canario ve la nieve".
Hoy veo los periódicos digitales, varios de ellos, y descubro a Ignacio en el ABC. Ahí está el hombre haciendo su personaje. Él es tímido, pero, como hacían Cary Grant o Marilyn Monroe, cuando el artista actúa se olvida de su timidez.
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