Nos encontramos ante una especie de sátira de las novelas de terror góticas de finales del siglo XVIII, como Los misterios de Udolfo (1794), que la misma protagonista de esta historia lee con avidez. Llevada por la pasión que le producen estas lecturas, nuestra heroína, Catherine Morland, imagina aquellos que aparecen en su vida como personajes de las historias de aventura y horror de sus lecturas, lo cual puede desembocar en algo cómico, con un aire quijotesco (Don Quijote de la Mancha). Catherine tiene tan sólo 17 años, poca experiencia en la vida, conoce poco el arte del flirteo; cuando su figura femenina comienza a despertar interés en los hombres, durante los bailes de sociedad, se siente dichosa con un sencillo cumplido. Ella, como muchas jovencitas de cualquier época, no se ve atractiva o bonita, pero, al aparecer en su vida el joven Henry Tilney, un hombre no mal parecido, hábil con la palabra y efectivo en el coqueteo, el corazón de la buena de Catherine se derrite ante sus encantos, sin casi percibirlo o poder evitarlo.
Como contraposición al personaje de Catharine Morland encontramos a la no tanto entregada, Isabella Thorpe, buena amiga de la primera, pero con otras motivaciones en la vida, es algo egoísta y busca un marido rico, lo cual puede llevarle a cometer algunos errores graves en esta partida de ajedrez que puede ser el amor.
Para no destripar demasiado la trama de esta simpática novela, no describiré a los demás personajes que pululan en esta historia de amor juvenil; una aventura que supone el cambio de la protagonista que va de la adolescencia a convertirse en una joven adulta, el dejar atrás las imaginaciones y pasiones de la niñez y últimos años de la adolescencia, para adentrarse en la seriedad y sobriedad de la madurez que a todos nos arrebata un poco de ese encanto juvenil que suele tener la vida en nuestros primeros años. En una época pasada, me interesó particularmente la narrativa que contaba amores juveniles, clásicos de la literatura que nos hablan de la psicología femenina, vista por el prisma femenino de autoras como Jane Austen o Emily Brontë (Cumbres Borrascosas), y también aquella salida de la pluma de escritores varones, como Stendhal (Rojo y Negro) o Thackeray (La Feria de las Vanidades). Estos escritores describen las pasiones de hombres y mujeres con mucha más certeza que cualquier frío tratado de un eminente psiquiatra o psicólogo.
Atendiendo a la calidad cinematográfica de la cinta que trato hoy, puedo afirmar que es una adaptación correcta y efectiva de la obra original. Un cinta entretenida, ligera, que deja un buen sabor de boca a los aficionados a la lectura de clásicos. La actriz Felicity Jones borda su papel, añadiendo matices en su interpretación que nos hablan de inocencia y bondad, recogidos en un bonito envoltorio. La representación de la época es atractiva, la puesta en escena de bailes y escenarios recurrentes está bien, se puede percibir que, en conjunto, la cinta está limitada por un bajo presupuesto, pero las actuaciones de los protagonistas elevan el filme y lo mantienen en su justo sitio. Se trata, pues, de una recomendable adaptación de una obra menor de Jane Austen. La voz de la narradora (Jane Austen, interpretada por Geraldine James) encaja perfectamente en el trascurso de la narrativa visual. El actor JJ Feild no podría esta mejor como Henry Tilney, pretendiente de nuestra heroína. Al villano John Thorpe le da vida William Beck, también muy acertado en su actuación. Me sorprendió de forma grata, igualmente, la actriz Carey Mulligan como Isabella Thorpe, la amiga de Catharine. Recomiendo esta película a los amantes de la comedia de época y el drama romántico del siglo XIX. El director Jon Jones es un realizador especializado en producciones televisivas, un artesano competente, sin duda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Hola. Recuerda que todos podemos tener una opinión distinta. No recurras al insulto en tus comentarios o serán eliminados sin tenerlos en cuenta. Procura explicar tu punto de vista sin caer en la descalificación de los que no piensan como tú. Tenemos un cerebro para discurrir y trabajar con las ideas, somos algo más que puños y dientes. Gracias.