El mejor actor de la historia del cine fue Montgomery Clift. Marlon Brando estaba lleno de tics, nunca pudo superar a Clift; incluso Brando le preguntó apesadumbrado a la estrella de Un lugar en el sol (1951), en sus últimos momentos, qué sería de él sin nadie con el que poder medirse interpretativamente. Montgomery Clift falleció con 45 años de edad, fue el largo suicidio de Hollywood, una enfermedad de envejecimiento prematuro y demasiados barbitúricos le allanaron el camino hacia el cementerio.
Para la interpretación, Brando seguía el sistema Stanislavski, repetía gestos y se frotaba el lóbulo de la oreja, agachaba la cabeza, se rascaba la frente, claro que tenía un gran magnetismo, deslumbraba a todos durante el rodaje, pero Montgomery Clift, simplemente, interpretaba un papel, lo hacía con la mayor naturalidad posible, no tenía tics, era un actor en el mejor sentido de la palabra.
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