"Ahora, en tanto que el «Metro» neumático le llevaba velozmente por el subsuelo muerto de la ciudad , Montag recordó la lógica terrible de aquella criba bajó la mirada y vio que llevaba la Biblia abierta. Había gente en el «Metro», pero él continuó con el libro en la mano, y se le ocurrió una idea absurda: «Si lees aprisa y lo lees todo, quizá una parte de la arena permanezca en la criba.» Pero Montag leía y las palabras le atravesaban y pensó: «Dentro de unas pocas horas estará Beatty y estaré yo entregándole esto, de modo que no debe escapárseme ninguna frase. Cada línea ha de ser recordada. Me obligaré a hacerlo.» Apretó el libro entre sus puños.
Tocaron las trompetas.
«Dentífrico Denham.»
«Cállate - pensó Montag -. Considera los lirios en el campo.»
«Dentífrico Denham.»
«No mancha ... »
«Dentífrico ... »
«Considera los lirios en el campo, cállate, cállate.»
«¡Denham!»
Montag abrió violentamente el libro, pasó las páginas y las palpó como si fuese ciego, fijándose en la forma de las letras individuales, sin parpadear.
«Denham. eletre ando: D -e-n ... »
«No mancha, ni tampoco...»
Un fiero susurro de arena caliente a través de la criba vacía.
¡«Denham» lo consigue!
«Considera los lirios, los lirios, los lirios ... »,
«Detergente Dental Denham.»
-¡Calla, calla, calla!
Era una súplica, un grito tan terrible que Montag se encontró de pie, mientras los sorprendidos pasajeros del vagón le miraban, apartándose de aquel hombre que tenia expresión de demente, la boca contraída y reseca, el libro abierto en su puño. La gente que, un momento antes, había estado sentada, llevando con los pies el ritmo de
«Dentífrico Denham», «Duradero Detergente Dental
Denham», «Dentífrico Denham», «Dentífrico, Dentífrico, uno, dos, uno,
dos, uno dos tres, uno dos, uno dos tres».
La gente cuyas bocas habían articulado apenas las palabras Dentífrico, Dentífrico, Dentífrico. La radio del «Metro» vomitó sobre Montag, como una represalia, una carga completa de música compuesta de hojalata, cobre, plata, cromo y latón. La gente era dada a la sumisión; no huía, no había sitio donde huir; el gran convoy neumático se hundió en la tierra dentro de su tubo.
- Lirios del campo.
«Denham. »
«¡He dicho lirios!»
La gente miraba.
- Llamen al guardián.
- Este hombre está ido...
«¡Knoll Wiew!»
El tren produjo un siseo al detenerse.
«¡Knoll Wiew!» Un grito.
«Denham.» Un susurro.
Los labios de Montag apenas se movían.
- Lirios...
La puerta del vagón se abrió produciendo un silbido. Montag permaneció
inmóvil. La puerta empezó a cerrarse. Entonces, Montag pasó de un salto junto a los pasajeros, chillando interiormente y se zambulló, en último momento, por la rendija que dejaba la puerta corrediza. Corrió hacia arriba por los túneles, ignorando las escaleras mecánicas, porque deseaba sentir cómo movían sus pies, cómo se balanceaban sus brazos , se hinchaban y contraían sus pulmones, cómo se resecaba su garganta en el aire. Una voz fue apagándose detrás de él:
«Denham, Denharn».
El, tren silbó como una serpiente y desapareció en su agujero."
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