Decía Ken Follet, escritor de bestsellers tales como La clave está en Rebeca, Los pilares de la Tierra, Un mundo sin fin..., que el autor no cobra tanto dinero por ceder sus derechos al cine para la adaptación de sus historias. Hablaba de que dependía de lo que uno tomara por mucho dinero, y luego, con una sonrisa algo displicente y muy desdeñosa, añadía: "...de medio millón a un millón de dólares".
Recuerdo que la mayoría de grandes autores literarios murieron en la pobreza o con muy pocos recursos económicos, Cervantes, por ejemplo, fue enterrado en una fosa común, Galdós tenía numerosas deudas en sus últimos años de vida, Antonio Machado murió como un pobre refugiado, Dostoyevski vendía sus novelas por cantidades exiguas, las hermanas Brontë recibían un estipendio que daba tan sólo para subsistir...
Tal vez, Ken Follet se refiera a que, en comparación con los beneficios que obtiene su editorial o la industria cinematográfica al explotar sus historias (cantidad muchísimo mayor a la que él recibe por derechos de autor), la que le queda a él es una suma insignificante; pero, en un mundo donde las tres cuartas partes de los humanos viven en la pobreza, decir que un millón de dólares no es mucho dinero, ¡el sueldo de 80 años de trabajo para un obrero cualquiera! ¿No está suficientemente pagada su historia? ¡Lo está! ¡Por los dioses que lo está! ¡Una historia desea entretener, no enriquecer a su creador!
Ken Follet no engaña, esa es su realidad, un millón de dólares no es mucho dinero para él. Lamentable.
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