Rótulo de la película Cosmópolis (2012)
Cosmópolis (2012), última película de Cronenberg hasta la
fecha, no acaba de convencerme, aunque creo que en próximos visionados lograré
entenderla y valorarla mejor. Intentaré argumentar mi posición: el largometraje
tiene los ingredientes de una película de culto: espectadores que abandonan la
sala en mitad de la proyección; una parte de la crítica que encuentra con
facilidad sus aciertos y otra parte que la destroza con razonamientos correctos,
al menos, en apariencia; sigo: unos desenlaces en sus episodios más que
inquietantes y una atmósfera turbia, en este caso, propia de la antiutopía a la que nos
abocamos. En mi opinión, lo mejor está al principio, la propuesta de fin del capitalismo,
y al final, en los últimos dos trances en los que se ve sumergido el hastiado multimillonario
protagonista: en la peluquería y en su encuentro con un peculiar individuo, en
los que es mejor no entrar en más detalles para bien del que no la haya visto. Reconozco que en medio me llegó a
aburrir, pero cualquier representación realista de formas de vida puede tener
ese inconveniente. Es difícil soportar tantos minutos en el interior de un
coche, y se hace algo insufrible que, al salir de él, sea para proseguir con diálogos
redundantes. Quizá todo esto cumple un propósito del director, que
adapta un libro ya complicado: llevarnos en tensión a un desconcertante final.
Fotograma de la película Cosmópolis (2012)
El intérprete,
Robert Pattison, destaca por su capacidad de
mostrar en su rostro el hastío y cansancio generales que procura su existencia a su personaje,
tan vacía de ilusiones como llena de riquezas. El plano que usa Cronenberg repetidas veces es una extraña mezcla de primer plano y plano medio con efecto panorámico, las cabezas parecen más grandes, la perspectiva une las líneas en el centro.
El filme contiene la extraña intervención de Juliette Binoche, una actriz de gran talla, aquí en un diminuto papel. Además, cuenta con un secundario que pone la guinda al pastel: Paul Giamatti.
No puedo recomendar la cinta porque aún me duelen los palos
de la ocasión en que recomendé Un método peligroso (2011), qué
casualidad, del mismo director. Esto es porque todos tenemos una forma de ver y
disfrutar el cine, como cualquier otro arte, y en ciertas ocasiones creo que es
mejor ofrecer la visión que tengo de una película en lugar de invitar a visionarla.
Propongo al que se atreva con esta cinta que lo haga sin conocer de antemano su argumento, entonces, al menos, tendrá algo que pensar en sus momentos de posible aburrimiento.
PD. En un segundo visionado, descubro interesantes intervenciones que pasé
por alto, como la de la actriz Samantha Morton y las declaraciones de su personaje: “Destroza
el pasado, crea el futuro”, que no deja de significar que todo se tiene que
destruir para que todo nazca de nuevo. Estimo que este es un largometraje que
se disfruta mejor tratándolo como un libro, llevándoselo a casa (en formato vídeo)
para revisarlo por episodios.
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Otra criatura pretenciosa del Sr. Cronenberg (por qué no seguir el camino de 'Promesas del Este'?), perdido en sus masturbaciones capitalistas y apocalípticas disfrazadas de vampiros...
ResponderEliminarHola "manipulador de alimentos". Creo que muchas veces los fantasmas están en nosotros mismos, nuestra visión del arte del otro puede distorsionarse bajo nuestro prisma único. El vampiro es un símbolo de un parásito que puede servir para la pesadilla y también para el arte, comparándolo con un "broker" de la bolsa criado en Harvard. En cualquier forma, no soy de la opinión de que el artista se tenga que cortar a la hora de resultar presuntuoso con su obra, es suya la libertad esa, y de ella puede nacer algo bueno para algunos.
ResponderEliminarBienvenida tu crítica mordaz de cualquier manera. Gracias.