El crítico que siempre cree saber más que los demás

Existe un crítico de cine (en realidad, representa a muchos) que cree que la película que le gusta a él debe gustarle a todos los que tengan conocimientos cinematográficos. Y esto es así, según dice, porque todo aquel que disponga de dichos conocimientos debe afirmar (como si de un credo se tratara) que ese largometraje que él adora es perfecto. A toda esta simplonería yo le digo que no, que yo puedo tener conocimientos cinematográficos, haber leído mucho de cine, haber estudiado el lenguaje cinematográfico e, incluso, haber escrito definiendo algunos de sus términos y no gustarme, por ejemplo, la película El padrino (1972), aun entendiendo que visualmente es excelente. ¿Por qué no me gusta El padrino? Porque es una película mentirosa, porque presenta una idea romántica de la mafia, porque la mafia es, y ha sido, en sitios como Italia y los EE.UU., una cosa terrible, que no tiene nada de romántica ni de justa, porque algunos de los actores de esta cinta se limitan a poner caras largas (que en otros largometrajes las suyas serían tildadas de interpretaciones con pocos recursos)... Defiendo, en fin, la idea de que tener conocimientos cinematográficos no tiene que convertir en una obligación el que te gusten películas como El padrino o Birdman (2014, todo un ejemplo de redundancia y latazo). Sin embargo, no obligo a nadie a compartir mi parecer respecto a estos largometrajes. Cada uno de nosotros tiene derecho a sentir según le permita su naturaleza y vivencias. Sí veo cualidades artísticas en estas películas que no me gustan, pero, simplemente, no disfruto con ellas. Por eso y por muchas cosas más (como decía la canción de Luis Aguilé) no me lo paso bien hablando con ese tipo de crítico de cine que disfruta escuchándose a él mismo y que piensa que solamente él tiene el don de la razón. Y hay muchos así.

Fotograma del latazo, cloroformo infalible, Birdman (2014) 

Birdman, una película adorada por algunos que tienen el ego más grande que su capacidad para dejar que cada uno de nosotros tenga una opinión diferente. Su director, Alejandro González Iñárritu, declaró hace poco que su largometraje The Revenant (2015) debería proyectarse en un templo (a este hombre le resbala esa cosa llamada modestia, es una persona soberbia y pagada de sí misma). Mejores directores que él no ganaron nunca un Óscar, léase Alfred Hitchcock. Que no piense que por ganar dos estatuillas de esas ya es un genio, que para mí no lo es (y soy consciente de que Iñárritu ante los ojos de sus compatriotas es una eminencia).